ESCUCHANDO COMO TOSEN LAS MOSCAS

Artículo que realicé para MUSICOMANÍA - Boletín informativo de la Banda de la Escuela de Música de Bullas - y que aparece en el Nº 30 (del 27 de Abril al 10 de Mayo de 2005)

Cuando se habla de la responsabilidad y de la madurez se piensa a veces que todo ello va determinado en gran medida por la edad. (Ver Boletín Nº 19, Pág. 9) Aunque es un factor muy importante, sobretodo en las edades más tempranas, no es precisamente el factor fundamental a partir de cierta edad. La prueba está en que no hay día en que no veamos algún caso de irresponsabilidad y de inmadurez que demuestra que no es sólo una cuestión de edad sino que también depende de la influencia del entorno geográfico y social donde se vive, de la familia, de los amigos, de la escuela, de los medios de comunicación, de la preparación cultural... Podríamos citar, por poner algunos ejemplos ilustrativos, las magníficas muestras de “madurez” y de gran “responsabilidad” que demuestran a veces los políticos en algunas sesiones del parlamento, los aficionados en algunos campos de fútbol y los famosos en algunos programas de televisión... Pero claro, no hay que perder la esperanza en que todos estos y muchos otros casos se solucionarán cuando esas personas se hagan “mayores”. Tampoco debemos perder la esperanza en que los problemas de la humanidad se resolverán simplemente cuando los niños crezcan y se hagan adultos. Decía mi maestro Benito Lauret (Cartagena, 1931 / Director de las principales orquestas españolas) en el Documental “Primer Acorde” (Premio Goya 1993 al mejor cortometraje documental) que: “Hay jóvenes que se comportan como auténticos adultos y adultos que se comportan, por desgracia, como si fueran niños”.

Pertenecer a una Banda de Música es una experiencia muy gratificante que a muchas personas les hubiera gustado tener. No es raro encontrarse con gente que, sin ser músico y sin tener grandes conocimientos musicales, aprecien y valoren lo que es y representa una Banda de Música y que, al mismo tiempo, sepan diferenciarla de lo que no lo es. Algunas personas conocen piezas musicales que muchos de los mismos músicos ni siquiera conocen. Y otras pagarían lo que fueran por estar en una Banda de Música. En realidad, todo el mundo paga verdaderamente un precio por estar donde quiere estar. Y no nos referimos en este caso a la compra del instrumento, su mantenimiento, las clases en la Escuela... sino a las horas y horas de estudio que hay que dedicar prácticamente todos los días y que bien podrían aprovecharse para otras cosas quizá mucho “más importantes”, al tiempo que debemos dedicar para preparar las clases de solfeo y de instrumento, y que debemos conjugar al mismo tiempo con las clases en el colegio, en el instituto, en la universidad, incluso con el trabajo, sin descuidar cada una de esas actividades... Al tiempo que hay que dedicar, no solamente a los dos ensayos semanales, sino a la preparación de dichos ensayos para que éstos se puedan aprovechar al máximo. En definitiva, al verdadero sacrificio que tiene que hacer uno, no solamente para tocar bien un instrumento, sino para tener una buena preparación musical. Porque la música es muy importante para la formación integral de una persona y los músicos tienen que tener una formación intelectual y cultural bastante amplia. Por muy “caro” que nos cueste todo ello, la recompensa es todavía mucho mayor. En realidad “no tiene precio”. Pero lo más importante es que en una Banda de Música, además de disfrutar tocando un repertorio muy amplio en todos los sentidos y de poder pasar un buen rato con la gente y de divertirte, puedes desarrollar valores tan sumamente positivos como la confianza, la autorrealización, la disciplina y, como no, la responsabilidad... Y más en una época tan difícil como la nuestra donde existen tantas cosas e influencias negativas y tantas personas irresponsables e inmaduras, como hemos dicho anteriormente, que prefieren quedarse escuchando como tosen las moscas antes que sentar definitivamente la cabeza. Por eso no estaría mal e incluso sería prudente que tuviéramos en cuenta lo que nos dice el escritor francés Charles Perrault (1628-1703) en la moraleja del cuento original de Caperucita Roja (Ver también el capítulo 10 de Lucía y el Saxo, Página 10 de este Boletín): “Niños, y sobre todo niñas, cuando lleguéis a ser hermosas jóvenes, desconfiad siempre de los lobos. En este mundo hay muchos melosos y simpáticos, cuyo lenguaje es cariñoso y seductor, y esos son, precisamente, los más peligrosos”.

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